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En los países en desarrollo asiáticos la pérdida de riqueza fue más shockeante, tanto en términos absolutos (US$9,6 billones) como relativos (algo más que un año de PIB), porque los mercados crecieron más rápido. La relación entre los activos financieros y el PIB se incrementó de 250% en 2003 a 370% en 2007.
Ventaja de una dieta de slow food después de reiterados empachos: a América Latina lo ayudó el tamaño relativamente menor de los sistemas financieros nacitonales y la fuerte supervisión y regulaciones prudenciales, una herencia de las crisis de los últimos 10 a 15 años.
Con menor ingestión local de activos tóxicos, los riesgos se han concentrado en posibles rupturas de los flujos tradicionales vinculados con el comercio internacional y la inversión externa, y la contracción de la actividad económica internacional. Loser prevé las pérdidas de los términos de intercambio este año en 2.4% del PIB latinoamericano.
Por el lado positivo, Loser dice que no hubo destrucción de capital físico y humano, un buen augurio para una fuerte recuperación, tal vez más cauteloso y sustentable, una vez que se elaboren los ajustes a los mercados financieros durante el próximo año.
Nada veo sobre los capitales que no se acumularon.
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