En la Premier League del soccer local el nombre de los big players recuerda que muchos fueron fundados en la época que los argentinos descendían de los barcos. Otros exponen su origen en el más rancio y amargo estirpe nacionalista.
En el grupo extranjerizante está el Saint Larry Crows supermarket, y su hiper-rival los Burning Balloons, nombre que tal vez surgió al verlos surcar el cielo oscuro de una nochevieja. En los arrabales Kill Me con su bier keller es el club de los amores del bocón ministro de Injusticia, y desde su humilde origen en el potrero de Mr. Ban los Green Drillers llegaron a ser pasión presidencial.
Upriver está el Littlebrook Giant Rogues. Downriver y mucho más cerca blanden sus sables y aúllan los Silver Wolves, casi tanto como un cross-eyed penguin en el cuore de la boss, nacida en Toulouse como el mudo.
Workshops abundan por doquier. Pero por definición que los condena, están todos en la vía.
Sincretismo de dos culturas inmigrantes muy diferentes es el Half-Plus-One Juventus Mouth. Tiene tonada piamontesa, pero no hay duda: es xeneise.
Entre los criollos de prosapia está la Bataraza Rioplatense de los tíos ricones, en algún tiempo feudo del príncipe Yorugua que llegó de ultramar.
Vecino de los Rogues, compiten los ex-habitués del Café de Hansen, donde desfiló por primera vez un victorioso estratega shileno. Ni son ricos con tristeza, ni pobres con hambres. Son niños ancianos.
El interior profundo son los pagos de Max Glicina, rey del yuyal de los llorones. El estadio del Sportivo General Amapolas está en Pergamino, que no es Kabul, y honra a uno de los inventores de la colimba. Más al norte Rafaela es sede de los Carreros del Sulky.
Hay menos amores que viejas rencillas, como la de los Mouse Tweakers que se niegan a cohabitar bajo el mismo techo con los Wolves. Como toda historia que se arrastra demasiado tiempo, algún papel debe jugar la plata.
Pero pocos se acuerdan de la roncha que pudo hacer el Mangy Cat Athletic and Foot Ball Club con su lema "Semper Sarcoptes".